"Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del Señor; mi
corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo."
Recuerdo unos días de mi vida
cuando tenía 18 años, estos días sin duda están marcados en rojo de cualquier
persona que quiera ir a la universidad. La prueba de la selectividad, recuerdo,
causó muchos daños a algunos compañeros de clase, hubo algunos que incluso
llegaron a tener ataques de ansiedad por estos exámenes. La ansiedad, según el diccionario
de la real academia de la lengua española
es un estado de agitación,
inquietud o zozobra del ánimo. Bajo esta definición prácticamente todas las
personas podemos entrar, todos hemos sufrido ansiedad por algo. No tiene por
qué ser por algo malo, simplemente por algo que deseamos que llegue pronto.
Hay personas que sienten ansiedad
por su trabajo, por una enfermedad, por el miedo, por un ser querido, por la
llegada de vacaciones, los niños lo sienten cuando van a recibir un regalo,
etc. Pero el salmista nos describe cuál es su ansiedad “anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del Señor; mi
corazón y mi carne cantan con gozo al
Dios vivo.”
Las palabras del salmistas son
muy profundas realmente, sentir ansiedad por estar en los atrios de Dios, esto sí
que es fervor, esto sí que es pasión, esto es muestra de un verdadero amor por
Dios, y en cambio me comparo a mí y lo cuesta arriba que se me hace ir a una
reunión de oración. Algo ha cambiado, algo estamos haciendo mal, hemos perdido
el fervor, la pasión, la ilusión, debiéramos
estar deseosos y ansiosos para que llegue nuestro momento de intimidad con
Dios, pero en cambio, no es así por norma general.
Debemos volver al principio, al
amor por Dios, al deseo por su Palabra, al disfrute de la oración, volvernos a
enamorar de Él, volverle a convertirlo en nuestro todo, en nuestra prioridad,
en nuestro deseo. Tenemos por delante el reto de amar a Dios sobre todas las
cosas, y ¡qué reto! Ante nosotros se abre una multitud de opciones, pero solo
Dios debería ser la primera, nos causa ansiedad el dinero, la familia, el
trabajo, la iglesia, pero la realidad es que solo deberíamos estar ansiosos por
llegar a los atrios de Dios, donde hay paz para todo lo demás. Busquemos a
Dios, anhelemos conocerle y deseemos pasar tiempo a solas con Él.
AP
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