"Los profetas que
profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente
indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo
indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A
éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban
las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio
por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los
ángeles."
En algún momento de la vida
todos hemos sufrido envidia por otra persona, al ver que lograba un éxito o
simplemente al ver que algo salía bien hemos podido pensar, ojala lo mismo nos
sucediese a nosotros. Existe una diferencia entre la envidia y la codicia, la
envidia desea lo que otro tiene pero es capaz de alegrarse por el otro, incluso
puede llegar a producir un empuje en la persona y un cambio real en su
interior, por otro lado la codicia no solo produce el deseo de tenerlo sino
también el ansia porque la otra persona le vaya mal.
Cuando miramos más allá de la
historia de la creación, vemos que los hombre no fuimos los primeros en
rebelarnos, sino que Satanás encabezó una expedición que quiso tomar el lugar
de Dios por su codicia y fueron expulsados de su presencia. Ante esto Satanás
se encargó que la creación a imagen de Dios fallara, negase a Dios y le
desobedeciese. Al lograrlo, Dios en su soberanía decidió redimir al hombre y no
a los ángeles caídos, lo cual provocó envidia en los cielos. "Los profetas que profetizaron de la
gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de
esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de
Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de
Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no
para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son
anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo
enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles."
No llegamos a entender la
profundidad de la redención de Cristo por nosotros, de que haya ocupado nuestro
lugar y nos haya dado vida. Los ángeles no tuvieron segunda oportunidad, fueron
expulsados de la presencia de Dios, mientras que nosotros, con nuestra
rebelión, por medio de Cristo recibimos el perdón de nuestros pecados y la
libertad de poder vivir una eternidad en su presencia.
¡Qué profundo es este misterio!
Pero así lo ha querido el Dios soberano, el creador de todo y nuestra respuesta
únicamente pude ser la de glorificarle, exaltar su nombre, declarar cada día de
nuestra vida de su gran misericordia, de cómo ha sido bueno y nos ha salvado.
Los ángeles aún alucinan con el sacrificio de Cristo, mientras nosotros en
ocasiones lo infravaloramos. Nunca en la historia había ocurrido que el Rey
llegase a tanta humillación. Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas y démosle
gloria.
AP
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