"Y si
invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de
cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo
que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los
postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios,
quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y
esperanza sean en Dios."
El mayor agradecimiento que se
puede demostrar al alguien no es con palabras, es con hechos. Hay una antigua
película llamada cadena de favores, que sin entrar en contar ningún detalle
importante en la película, pero su argumento se trata de que cuando una persona
ayuda a la otra no espera una recompensa a cambio, sino que transmite a otro
que la mejor manera de agradecimiento es que cuando otra persona lo necesite,
simplemente preste su ayuda y de esta manera se forma una cadena de favores,
que podría llegar incluso a dar la vuelta al mundo y multiplicarse
exponencialmente.
Todos hemos recibido en algún
momento el favor de alguien y todos hemos hecho algún favor a otra persona en
algún momento, pero si vamos más allá, si miramos a un nivel espiritual hay un
favor mucho mayor que cualquier otro y que nos debiera llevar a vivir una vida
de obras para agradecer a Dios su regalo. "Y
si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra
de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual
creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios."
Dios nos hizo un gran favor,
viendo cual era nuestra antigua forma de vivir, viendo como caminábamos nos
rescató del camino al infierno, pero no con algo que se corrompiera y perdiera
valor, no con algo que se pudiese vender, sino con algo cuyo valor permanecerá
para siempre, la sangre preciosa de Cristo. Preciosa porque tiene un gran
valor, preciosa porque su actuación en nosotros nos cambia, preciosa porque era
limpia. La sangre del inocente que produjo en nosotros la fe y la esperanza en
Dios.
Ante esto solo podemos
asombrarnos y agradecer a Dios esta gran obra, el sacrificio del amado para que
nosotros tuviésemos vida, y la mejor manera de agradecer es andar con el temor
y la reverencia que produzcan en nosotros obras de alabanza a Dios, que nos
guíen hacia la piedad, realizar actos que glorifiquen a Dios como propósito,
que en nuestros éxitos sea el nombre de Dios el que se vea glorificado, que la
humildad sea nuestra bandera y el nombre de Dios el centro de ella. Si te
sientes agradecido por todo lo que Dios ha hecho, entonces, haz obras que
glorifiquen su nombre.
AP
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