"Y aquel día Moisés juró, diciendo: 'Ciertamente, la tierra que ha
pisado tu pie será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque has
seguido plenamente al Señor mi Dios'. Y ahora, he aquí, el Señor me ha
permitido vivir, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años, desde el día
en que el Señor habló estas palabras a Moisés, cuando Israel caminaba en el
desierto; y he aquí, ahora tengo ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte
como el día en que Moisés me envió; como era entonces mi fuerza, así es ahora
mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. Ahora pues, dame esta
región montañosa de la cual el Señor habló aquel día, porque tú oíste aquel día
que allí había anaceos con grandes ciudades fortificadas; tal vez el Señor esté
conmigo y los expulsaré como el Señor ha dicho."
En mi vida he tenido la
oportunidad de ver personas con el corazón roto por promesas que nunca llegaron
a cumplirse, porque otras personas faltaron a su palabra y no cumplieron lo
prometido. Hijos que guardan rencor a sus padres, novios y novias que una
semana antes de la boda, después que todo estaba preparado decidieron romper su
compromiso y destrozaron el alma de otras personas, promesas laborales que no
llegaron a cumplirse, palabras que se las llevo el viento y con ello las
ilusiones de muchos que perdieron la esperanza y en el peor de los casos
incluso las ganas de vivir. Personas alegres que su semblante empezó a mostrar
tristeza, corazones sensibles que pusieron una coraza y se volvieron
inaccesibles.
Es duro recibir una promesa y
luego no verla cumplida, que sabia es la Biblia cuando dice que no juremos por
nada, ya que prometer viene a ser lo mismo, porque el dolor que podemos causar
es demasiado grande. ¿Qué ocurre con las promesas de Dios? ¿Se olvida Dios de
lo que prometió? No, y un ejemplo claro es Caleb en una conversación con su
amigo Josué "y aquel día Moisés
juró, diciendo: 'Ciertamente, la tierra que ha pisado tu pie será herencia tuya
y de tus hijos para siempre, porque has seguido plenamente al Señor mi Dios'. Y
ahora, he aquí, el Señor me ha permitido vivir, tal como prometió, estos
cuarenta y cinco años, desde el día en que el Señor habló estas palabras a
Moisés, cuando Israel caminaba en el desierto; y he aquí, ahora tengo ochenta y
cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió; como
era entonces mi fuerza, así es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y
para entrar. Ahora pues, dame esta región montañosa de la cual el Señor habló
aquel día, porque tú oíste aquel día que allí había anaceos con grandes
ciudades fortificadas; tal vez el Señor esté conmigo y los expulsaré como el
Señor ha dicho."
Tuvieron que pasar cuarenta y
cinco años para que Caleb recibiese aquello que le había sido prometido, esto
es mucho tiempo, de dudas, de incertidumbre, Caleb pudo haber pensado que Dios
se había olvidado de lo prometido, pero al final llegó, porque Dios no olvida
nunca sus promesas, "Dios no es
hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta, ¿Lo ha
dicho Él, y no lo hará? ¿Ha hablado y no lo cumplirá?”
Dios nunca fallará, pero no
debemos confundir las palabras de Dios con las de los hombres, muchos hablan en
nombre de Dios pero únicamente buscan su fama imitando a Dios, otros dejándose
llevar por sus propias emociones se autosugestionan y pronuncian palabras que
para nada vienen de Dios y esto se convierten en fracasos y decepciones para
aquellos que las reciben. ¡Cuidado! No es una broma hablar en nombre de Dios y
pronunciar palabras humanas. Pero algo es cierto si la promesa viene de Dios se
cumplirá, incluso en ocasiones ni tan siquiera las veremos "todos estos murieron en fe sin haber recibido las promesas".
Porque es cierto, en ocasiones Dios incluso las cumplirá tras nuestra muerte,
pero no faltará a su palabra. A Caleb le costó cuarenta y cinco años ver su
promesa cumplida, no desesperes, Dios no fallará y cumplirá lo prometido.
AP
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