Josué 7 - Las consecuencias del pecado



"Y el Señor dijo a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te has postrado rostro en tierra? Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les ordené. Y hasta han tomado de las cosas dedicadas al anatema, y también han robado y mentido, y además las han puesto entre sus propias cosas. No pueden, pues, los hijos de Israel hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda delante de sus enemigos porque han venido a ser anatema. No estaré más con vosotros a menos que destruyáis las cosas dedicadas al anatema de en medio de vosotros."

Cada persona y elemento tenemos una densidad diferente según nuestros compuestos y nuestro volumen. El ejemplo más claro de esto es el agua y el aceite, cuando intentamos mezclarlos no es posible, finalmente el agua acaba abajo y el aceite sube para arriba, esto es por la diferencia de sus masas y densidades, exactamente lo mismo ocurre con nosotros, nuestra densidad es superior a la del aire, por eso no flotamos, y si lo unimos a la fuerza de la gravedad nos encontramos pegados a la tierra.

Este concepto de masas y densidades nos demuestra que hay cosas que no se pueden mezclar, que hay mezclas que siempre serán heterogéneas, y Josué lo entendió a la perfección tras salir de Jericó. Tras su amarga queja a Dios por la derrota que sufrieron en el siguiente pueblo, Dios tiene una dura reprimenda para ellos: "Y el Señor dijo a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te has postrado rostro en tierra? Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les ordené. Y hasta han tomado de las cosas dedicadas al anatema, y también han robado y mentido, y además las han puesto entre sus propias cosas. No pueden, pues, los hijos de Israel hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda delante de sus enemigos porque han venido a ser anatema. No estaré más con vosotros a menos que destruyáis las cosas dedicadas al anatema de en medio de vosotros."

Estas son unas palabras duras, un golpe fuerte a un pueblo que parecía haber aprendido del error de sus padres en el desierto, pero que a la primera oportunidad cayeron. Dios y el pecado son como el agua y el aceite, se repelen, no se puede mezclar, Dios es Santo y puro y no acepta ni soporta la suciedad del pecado, la desobediencia es una ofensa grave a Dios, una gran falta de respeto. ¡Cuántas veces nosotros somos como este pueblo! Que tenemos a Dios, que sabemos cómo debemos andar, pero que obramos de manera incorrecta, que cogemos el anatema y nos convertimos nosotros mismos en indeseables ante Dios.

El pecado tiene un castigo y unas consecuencias, el hecho de que Dios sea misericordioso no implica que no castigará al pecador y hará pasar por disciplina a los hijos desobedientes, por supuesto que lo hará. Ignorar esta realidad es ignorar la plenitud de Dios, ignorar que su ira y su juicio son tan reales y vigentes como su amor y su misericordia es empequeñecer a Dios, y esto es un privilegio que no podemos permitirnos. Dios es pleno en todos sus atributos.

Israel recibió una esperanza, quitar el anatema y el pacto volvería a estar vigente, y así es hoy, aun habiéndole dado la espalda a Dios, Él sigue siendo paciente y mostrándonos misericordia, abundante misericordia, vuelve a abrirnos las puertas de su casa y pasado el tiempo y la disciplina nos restaura por completo. Este es mi Dios, el que no tolera el pecado, pero que sigue siendo misericordioso con aquellos que vuelven arrepentidos a Él.


AP

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