"Y el Señor dijo a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te has postrado
rostro en tierra? Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les
ordené. Y hasta han tomado de las cosas dedicadas al anatema, y también han
robado y mentido, y además las han puesto entre sus propias cosas. No pueden,
pues, los hijos de Israel hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda
delante de sus enemigos porque han venido a ser anatema. No estaré más con
vosotros a menos que destruyáis las cosas dedicadas al anatema de en medio de
vosotros."
Cada persona y elemento
tenemos una densidad diferente según nuestros compuestos y nuestro volumen. El
ejemplo más claro de esto es el agua y el aceite, cuando intentamos mezclarlos
no es posible, finalmente el agua acaba abajo y el aceite sube para arriba,
esto es por la diferencia de sus masas y densidades, exactamente lo mismo
ocurre con nosotros, nuestra densidad es superior a la del aire, por eso no
flotamos, y si lo unimos a la fuerza de la gravedad nos encontramos pegados a
la tierra.
Este concepto de masas y
densidades nos demuestra que hay cosas que no se pueden mezclar, que hay
mezclas que siempre serán heterogéneas, y Josué lo entendió a la perfección
tras salir de Jericó. Tras su amarga queja a Dios por la derrota que sufrieron
en el siguiente pueblo, Dios tiene una dura reprimenda para ellos: "Y el
Señor dijo a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te has postrado rostro en tierra?
Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les ordené. Y hasta han
tomado de las cosas dedicadas al anatema, y también han robado y mentido, y
además las han puesto entre sus propias cosas. No pueden, pues, los hijos de
Israel hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda delante de sus enemigos
porque han venido a ser anatema. No estaré más con vosotros a menos que
destruyáis las cosas dedicadas al anatema de en medio de vosotros."
Estas son unas palabras duras,
un golpe fuerte a un pueblo que parecía haber aprendido del error de sus padres
en el desierto, pero que a la primera oportunidad cayeron. Dios y el pecado son
como el agua y el aceite, se repelen, no se puede mezclar, Dios es Santo y puro
y no acepta ni soporta la suciedad del pecado, la desobediencia es una ofensa
grave a Dios, una gran falta de respeto. ¡Cuántas veces nosotros somos como
este pueblo! Que tenemos a Dios, que sabemos cómo debemos andar, pero que
obramos de manera incorrecta, que cogemos el anatema y nos convertimos nosotros
mismos en indeseables ante Dios.
El pecado tiene un castigo y
unas consecuencias, el hecho de que Dios sea misericordioso no implica que no
castigará al pecador y hará pasar por disciplina a los hijos desobedientes, por
supuesto que lo hará. Ignorar esta realidad es ignorar la plenitud de Dios,
ignorar que su ira y su juicio son tan reales y vigentes como su amor y su
misericordia es empequeñecer a Dios, y esto es un privilegio que no podemos
permitirnos. Dios es pleno en todos sus atributos.
Israel recibió una esperanza,
quitar el anatema y el pacto volvería a estar vigente, y así es hoy, aun habiéndole
dado la espalda a Dios, Él sigue siendo paciente y mostrándonos misericordia,
abundante misericordia, vuelve a abrirnos las puertas de su casa y pasado el
tiempo y la disciplina nos restaura por completo. Este es mi Dios, el que no
tolera el pecado, pero que sigue siendo misericordioso con aquellos que vuelven
arrepentidos a Él.
AP
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