"Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de
espíritu sobrio para la oración. Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los
unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. Sed hospitalarios
los unos con los otros, sin murmuraciones. Según cada uno ha recibido un don
especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de
la multiforme gracia de Dios."
Ya desde que somos pequeños
nuestros caracteres poco a poco van floreciendo, tenemos cosas de nuestros
padres, de nuestros abuelos, incluso de tíos o primos, pero hay ciertas cosas
que son exclusivas de nosotros mismos, que no tienen nada que ver con los
demás, que surgen y florecen con el paso de los años. Algunas de estas cosas
son buenas, otras no tanto, pero debemos aprender a controlarlas, porque sino,
en ocasiones no seríamos capaces de convivir con otras personas. Siendo
sinceros todos necesitamos convivir con otros y a veces para poder hacerlo
debemos saber mitigar esas cosas de nuestro carácter que no son del todo
buenas.
Esto se multiplica cuando somos
cristianos, con más motivos debemos pensar antes en quien está cerca nuestro
que en nosotros mismos, y Pedro nos marca las pautas para lograrlo, "mas el fin de todas las cosas se
acerca; sed pues prudentes y de espíritu sobrio para la oración. Sobre todo,
sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre
multitud de pecados. Sed hospitalarios los unos con los otros, sin
murmuraciones. Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos
los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios." Veamos estas pautas:
- Sed prudentes: La prudencia debiera ser una práctica habitual de
nuestra vida, la misma Biblia nos insta a ser pronto para oír, tardo para
hablar, debiéramos ser muy prudentes al hablar, y no solo al hablar con otras
personas, también al hablar con Dios, no tomarnos ciertas confianzas que pueden
acabar siendo faltas de respeto. La prudencia debiera ser una de las ruedas que
giren el motor de nuestras vidas.
- De espíritu sobrio para la oración: La sencillez en la oración
debiera ser nuestra manera de comunicarnos con Dios por excelencia, Dios
prefiere palabras sinceras, salidas del corazón antes que frases muy elaboradas
con palabras muy bonitas pero con un interior vacío. Que nuestras oraciones
sean genuinas, sencillas pero emotivas, obviemos la palabrería y que nuestras
palabras a Dios sean totalmente sinceras.
- Sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor
cubre multitud de pecados: Esto es muy importante, convivir con cualquier
persona no es tarea fácil, todos pecamos y por lo tanto ofendemos a otros. El
amor cubrirá, es decir, pasará por alto el pecado de los demás: sin amor
ninguna relación podrá llegar a buen puerto, pero cuando el amor pasa por alto
el pecado ajeno, sin duda la relación tendrá un buen final.
- Sed hospitalarios los unos con los otros, sin murmuraciones: Esto
quizá sea una de las cosas que más se han perdido en este tiempo, la hospitalidad.
Años atrás era habitual que cualquier casa fuese abierta para acoger a
cualquier persona, hoy la inseguridad prohíbe hacer esto, y hemos perdido la
hospitalidad, incluso aquellos que la viven son criticados. Dios nos llama a
ser hospitalarios y sobre todo no murmurar contra quienes lo son.
- Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los
unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios:
Debemos entender que cada uno de nosotros somos diferentes y que Dios tiene un
uso diferente para cada uno, lo importante es saber disfrutar y administrar
aquello que Dios nos ha dado, en lugar de desear lo que otros tienen. Usa tus
dones en tu día a día, se las manos de Dios, con aquello que Dios te ha dado
para hacer y haz que el nombre de Dios sea glorificado por tus actos.
AP
Comentarios
Publicar un comentario