1ª Pedro 5:5-7 - La comparación perdedora.



"Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros."

La soberbia es una de las cosas que más rechazo produce en las personas, las palabras de Cristiano Ronaldo cuando dijo "me silban porque soy guapo, rico y un gran jugador y me tienen envidia” incendiaron la prensa y el jugador fue duramente criticado. Pero la soberbia es algo que no es tan inusual, todos en cierto modo somos soberbios, todos creemos que somos mejores que otros, quizá no creamos que somos los más guapos, o si, quizá no creamos que somos los que mejor hacemos las cosas, o sí, es posible que no pensemos que somos indispensables, pero siempre hay alguien a quien nos sirve de comparación.

Cuando nos comparamos con otros para salir nosotros ganando, sin duda estamos siendo soberbios. Pedro escribe al respecto, "asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros."

El soberbio tiene ciertos rasgos que le delatan, la persona que es soberbia nunca reconocerá que se equivoca, esto le llevaría a quedar por debajo de otros, nunca tomará la iniciativa para arreglar un problema con otro, él siempre será el que ha resultado herido. La persona soberbia es aquella que culpa a otros delante de Dios de sus propios pecados, se parece mucho a Adán y a Eva, la mujer que tú me diste... la serpiente... en lugar de reconocer sus errores culparon a otros. El soberbio siempre se compara con otros con los que sabe que quedará bien parado, nunca nos comparamos con alguien que nos dejaría en mal lugar, siempre buscamos una comparación positiva.

Pero el humilde es todo lo contrario, principalmente porque es movido por la gracia de Dios; él es capaz de ir ante Dios y clamar perdón por sus pecados sabiendo que no lo merece, incluso pide perdón por las ofensas que haya podido hacer a otro. El humilde no espera a que le pidan perdón, da el primer paso y arregla las situaciones; acepta las críticas como algo positivo y no como un ataque. El humilde es capaz de reconocer sus errores y admitirlos aunque esto le perjudique. La vara de medir del humilde es Cristo y siempre saldrá perdiendo, y entonces se da cuenta de su pequeñez y de su ineficacia.

Por lo tanto, roguemos a Dios que su gracia esté con nosotros, depositemos nuestras ansiedades en Cristo, el cual vela por nuestras almas y nos preserva del pecado, vivamos de manera humilde tal y como Cristo fue humilde en todo momento.


AP

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