"Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores;
y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a
los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa
mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra
ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros."
La soberbia es una de las
cosas que más rechazo produce en las personas, las palabras de Cristiano
Ronaldo cuando dijo "me silban porque soy guapo, rico y un gran jugador y
me tienen envidia” incendiaron la prensa y el jugador fue duramente criticado.
Pero la soberbia es algo que no es tan inusual, todos en cierto modo somos
soberbios, todos creemos que somos mejores que otros, quizá no creamos que
somos los más guapos, o si, quizá no creamos que somos los que mejor hacemos
las cosas, o sí, es posible que no pensemos que somos indispensables, pero
siempre hay alguien a quien nos sirve de comparación.
Cuando nos comparamos con
otros para salir nosotros ganando, sin duda estamos siendo soberbios. Pedro
escribe al respecto, "asimismo,
vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de
humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da
gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que
Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque
Él tiene cuidado de vosotros."
El soberbio tiene ciertos
rasgos que le delatan, la persona que es soberbia nunca reconocerá que se
equivoca, esto le llevaría a quedar por debajo de otros, nunca tomará la
iniciativa para arreglar un problema con otro, él siempre será el que ha
resultado herido. La persona soberbia es aquella que culpa a otros delante de
Dios de sus propios pecados, se parece mucho a Adán y a Eva, la mujer que tú me
diste... la serpiente... en lugar de reconocer sus errores culparon a otros. El
soberbio siempre se compara con otros con los que sabe que quedará bien parado,
nunca nos comparamos con alguien que nos dejaría en mal lugar, siempre buscamos
una comparación positiva.
Pero el humilde es todo lo
contrario, principalmente porque es movido por la gracia de Dios; él es capaz
de ir ante Dios y clamar perdón por sus pecados sabiendo que no lo merece,
incluso pide perdón por las ofensas que haya podido hacer a otro. El humilde no
espera a que le pidan perdón, da el primer paso y arregla las situaciones;
acepta las críticas como algo positivo y no como un ataque. El humilde es capaz
de reconocer sus errores y admitirlos aunque esto le perjudique. La vara de
medir del humilde es Cristo y siempre saldrá perdiendo, y entonces se da cuenta
de su pequeñez y de su ineficacia.
Por lo tanto, roguemos a Dios
que su gracia esté con nosotros, depositemos nuestras ansiedades en Cristo, el
cual vela por nuestras almas y nos preserva del pecado, vivamos de manera
humilde tal y como Cristo fue humilde en todo momento.
AP
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