"¡Qué grandes son tus obras, oh Señor, cuán profundos tus
pensamientos!"
Recuerdo cuando en el
instituto me topé de frente con las integrales en la asignatura de matemáticas,
si hasta ese momento esa asignatura había sido mi preferida y la que mejor se
me daba, al encontrarme con esto la cosa se complicó tanto que dejaron de gustarme,
era incapaz de entenderlas y por lo tanto también de hacerlas. Llegó el momento
en que me rendí y vi que estas operaciones eran demasiado grandes para mí y que
probablemente nunca llegaría a saber hacerlas, reconocí que eran mayores que
yo.
Probablemente muchos al leer
esto me achaquen que he fracasado y lo peor de todo que me he rendido ante el
fracaso, que debía haberlo intentado más, que no tenía por qué dejarlo, y
tienen razón, no hay nada que debiéramos dejar que nos supere y nos haga
rendirnos, pero también es igual de cierto que la tozudez no siempre traerá un
resultado positivo y que hay veces que simplemente debes reconocer y aceptar
que hay cosas que son más grandes que nosotros y que no podemos llegar a
entenderlas, aquí es donde aparece Dios. "¡Qué
grandes son tus obras, oh Señor, cuán profundos tus pensamientos!"
Muchos hombres a lo largo de
las historia han intentado descifrar el misterio de Dios, el misterio de la
esencia de Dios es tan inmenso que nuestras mentes no pueden llegar a comprender
su profundidad e inmensidad, su perfección. Hubo alguien que describió a la
perfección esta complejidad de Dios al decir, "yo simplemente no soy capaz
de imaginarme, a una fuerza, a una causa que mantiene a los planetas girando en
su órbita, y después se detiene súbitamente para darme una bicicleta de tres
velocidades". Pero la realidad es que así es nuestro Dios, capaz de hacer
que todo el universo trabaje en una sincronía perfecta y después darnos el
regalo más simple que existe.
Rindámonos ante la grandeza y
la profundidad de Dios, reconozcamos que Dios es muy superior a nosotros
mismos, que no hay nada ni nadie que pueda llegar a desvelar y a reconocer lo
profundo de su amor, la inmensidad de su misericordia. Dios es mucho más grande
de lo que podemos llegar a entender y comprender, leamos la Biblia e intentemos
asimilar los destellos de su gloria plasmados en las hojas, tratemos de
entender una pequeña parte de su inmensidad y tras esto simplemente mirémosle,
amémosle, no seamos quejicas con lo que nos pase y aceptemos que sus
pensamientos son tan profundos que solo traerán cosas buenas a nosotros.
AP
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