"El Señor conoce los pensamientos del hombre, sabe que son sólo un
soplo."
Alejandro III de Macedonia,
más conocido como Alejandro Magno fue rey de Macedonia desde el 336 A.C. hasta
el 323 A.C. Durante los primeros años de su reinado se dedicó a imponer su
autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia y enseguida lanzó a su ejército
contra el poderoso Imperio persa. Alejandro Magno es el mayor de los iconos
culturales de la antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores,
o atacado como un villano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los
persas. Una anécdota que nos muestra su carácter se refiere a cuando en una
ocasión Alejandro estaba practicando deporte y haciendo ejercicio. Alguien se
acerca y le pregunta; “¿Y vas a participar en los juegos olímpicos?”, a lo que
Alejandro responde; “Si mis rivales fueran reyes, por supuesto que sí”. Pero
probablemente la que más demuestra su soberbia y también su grandeza, se dice
que cuando Alejandro vio la inmensidad de sus dominios, lloró porque ya no
había más tierras que conquistar.
El corazón de este hombre era
el corazón de una persona grande, de una persona que una vez muriera su nombre perduraría
en los siglos siguientes, todos hemos escuchado acerca de este gran emperador,
se han hecho películas en su nombre, se han escrito libros, en Google hay al menos
50.400 resultados sobre Alejandro Magno, sus lágrimas al ver que no tenía nada
más que conquistar nos hablan de su fortaleza y tenacidad. Este era un hombre
que se sentía superior a los demás, creía de él mismo que no había otro como
él, que era un privilegiado superior a todos los de su época, pero antes que Él
el salmista escribió estas palabras, "el
Señor conoce los pensamientos del hombre, sabe que son sólo un soplo."
Es realmente triste ver a
algunas personas que creen que ellas son superiores a los demás, que sus mentes
no tienen comparación, que sus hechos perdurarán para siempre. Cuando Alejandro
lloró no imaginaría que su reino volvería a ser conquistado como sucedió, por
muy grandes y potentes que sean los pensamientos de una persona, son unos
soplos comparados con la profundidad e inmensidad y eternidad de los
pensamientos de Dios. Mientras que la obra de cualquier hombre será destruida,
sea buena o sea mala, la obra y el pensamiento divino perdurará por la
eternidad, nunca ha sido borrado y por mucho que lo intenten los gobernantes,
reyes o líderes humanos, sus pensamientos no serán más que soplos que
desvanecerán con el paso del tiempo.
Solo existe alguien que hace
eterno todo lo que sus pensamientos contienen, solamente es Dios quien da eternidad
al ser humano, es únicamente Dios el que hace que nuestros pensamientos puedan
ser algo más que un simple soplo, Él es el Dios eterno, el que existe desde el
principio de los tiempos y no tendrá nunca fin. Dios ha trazado un plan con el
fin de que el Hijo sea glorificado y este es el pensamiento que surgió en el
principio y que se extiende por toda la eternidad, no es un soplo que
desaparece es una corriente que durará por siempre. Vivamos hoy para formar
parte del pensamiento de Dios por la eternidad, demos gloria a Dios.
AP
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