Salmo 94 - La pequeñez humana



"El Señor conoce los pensamientos del hombre, sabe que son sólo un soplo."

Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno fue rey de Macedonia desde el 336 A.C. hasta el 323 A.C. Durante los primeros años de su reinado se dedicó a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia y enseguida lanzó a su ejército contra el poderoso Imperio persa. Alejandro Magno es el mayor de los iconos culturales de la antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores, o atacado como un villano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas. Una anécdota que nos muestra su carácter se refiere a cuando en una ocasión Alejandro estaba practicando deporte y haciendo ejercicio. Alguien se acerca y le pregunta; “¿Y vas a participar en los juegos olímpicos?”, a lo que Alejandro responde; “Si mis rivales fueran reyes, por supuesto que sí”. Pero probablemente la que más demuestra su soberbia y también su grandeza, se dice que cuando Alejandro vio la inmensidad de sus dominios, lloró porque ya no había más tierras que conquistar.

El corazón de este hombre era el corazón de una persona grande, de una persona que una vez muriera su nombre perduraría en los siglos siguientes, todos hemos escuchado acerca de este gran emperador, se han hecho películas en su nombre, se han escrito libros, en Google hay al menos 50.400 resultados sobre Alejandro Magno, sus lágrimas al ver que no tenía nada más que conquistar nos hablan de su fortaleza y tenacidad. Este era un hombre que se sentía superior a los demás, creía de él mismo que no había otro como él, que era un privilegiado superior a todos los de su época, pero antes que Él el salmista escribió estas palabras, "el Señor conoce los pensamientos del hombre, sabe que son sólo un soplo."

Es realmente triste ver a algunas personas que creen que ellas son superiores a los demás, que sus mentes no tienen comparación, que sus hechos perdurarán para siempre. Cuando Alejandro lloró no imaginaría que su reino volvería a ser conquistado como sucedió, por muy grandes y potentes que sean los pensamientos de una persona, son unos soplos comparados con la profundidad e inmensidad y eternidad de los pensamientos de Dios. Mientras que la obra de cualquier hombre será destruida, sea buena o sea mala, la obra y el pensamiento divino perdurará por la eternidad, nunca ha sido borrado y por mucho que lo intenten los gobernantes, reyes o líderes humanos, sus pensamientos no serán más que soplos que desvanecerán con el paso del tiempo.

Solo existe alguien que hace eterno todo lo que sus pensamientos contienen, solamente es Dios quien da eternidad al ser humano, es únicamente Dios el que hace que nuestros pensamientos puedan ser algo más que un simple soplo, Él es el Dios eterno, el que existe desde el principio de los tiempos y no tendrá nunca fin. Dios ha trazado un plan con el fin de que el Hijo sea glorificado y este es el pensamiento que surgió en el principio y que se extiende por toda la eternidad, no es un soplo que desaparece es una corriente que durará por siempre. Vivamos hoy para formar parte del pensamiento de Dios por la eternidad, demos gloria a Dios.


AP

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