"¿No dejará Él en paz mis breves días? Apártate de mí ara que me
consuele un poco antes de que me vaya, para no volver, a la tierra de tinieblas
y sombras profundas; tierra tan lóbrega como las mismas tinieblas, de sobras
profundas, sin orden, y donde la luz es como las tinieblas."
Cuando la presión nos ahoga,
cuando los problemas de la vida nos atrapan, cuando las circunstancias nos
cubren y nos hacen sentir que estamos en lo profundo del mar y no encontramos
aire para respirar, es en ese momento cuando el corazón toma el control de las
situaciones, cuando nuestro intelecto y razonamiento se ha cansado de luchar,
cuando nuestra fe está cansada de la batalla, es ahí cuando la tendencia
natural del hombre tiende al mal y busca enemistarse con el Santo.
Esta es la circunstancia de
Job en este decimo capítulo, vemos un degradamiento, el hastío ante la
situación que experimentaba, al perdida de absolutamente todo, estaba cerca de
su límite, su fe se debilitaba por momentos y su corazón comenzó a hablar "¿No dejará Él en paz mis breves días?
Apártate de mí ara que me consuele un poco antes de que me vaya, para no
volver, a la tierra de tinieblas y sombras profundas; tierra tan lóbrega como
las mismas tinieblas, de sobras profundas, sin orden, y donde la luz es como
las tinieblas."
Que difícil es estar en
situaciones semejantes a Job, cuando parece que no hay esperanza, cuando la
oscuridad nos rodea y parece no tener fin el túnel de la vida, cuando nos
desangramos en el suelo y ya no hay nada que hacer, cuando la batalla parece
perdida, cuando clamamos al que tantas veces fue nuestro auxilio y ya no hay
respuesta, soledad, incapacidad, desolación, sentimientos que nos abordan y
nuestro corazón está dispuesto no solo a aceptarlos y guardarlos, sino también
a degustarse en ellos hasta destrozar nuestros sentimientos y dejar florecer el
odio al que es santo y poderoso.
Pero la historia de Job, vista
desde nuestra perspectiva nos enseña algo, por grande que sea el lamento, por
fuertes que sean las pruebas, por oscuro que este el camino, llegará el momento
en que la solución aparezca, ya sea en esta tierra, o por medio de la muerte,
porque aunque la muerte para los que nos rodean es una ruptura y un
desencuentro, para el que la sufre, si es hijo de Dios es una bendición, no más
sufrimiento, no más dolor, no más enfermedad, únicamente la entrada al gozo del
Padre, donde hay verdadero consuelo y felicidad, delicias a la mesa del Rey. Sé
paciente, tus sufrimientos alcanzarán el final, sea en vida o muerte solo es
algo temporal, Dios restaurará a los suyos y liberará del dolor a los que le
aman.
AP
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