"He
aquí, aun ahora mi testigo está en el cielo, y mi defensor está en las
alturas."
Estar en medio de la prueba y
el problema pone la maquinaria de nuestra mente en marcha, comenzamos a buscar
las explicaciones adecuadas al porque de las cosas. La ley de la causa y el
efecto indica que toda acción tiene su reacción. Toda causa tiene su efecto, y
toda elección y actividad, tiene su consecuencia y resultado. Esto es
matemática pura, si sumas dos y dos siempre serán cuatro. Esta ley de la causa
y el efecto esta tan arraigada en nuestras mentes que nos lleva a que cuando
pasa algo bueno es porque hemos hecho una acción que ha producido algo bueno y
cuando sucede algo malo es por alguna mala acción que hemos realizado.
Job estaba sufriendo
verdaderamente, estaba desquiciado y al borde de tirar todo lo por la borda,
las palabras que recibía no solamente no le eran de ánimo, sino que aun
aplacaban más su ánimo y sus fuerzas. Estaba aplicando la ley de la causa y el
efecto; veía claramente cuál era el efecto, pero no encontraba cual era
realmente la causa para tanto mal. Pero aun en estas circunstancias, su
mirada permanecía en las alturas, "he aquí, aun ahora mi testigo está en
el cielo, y mi defensor está en las alturas."
La ley de la causa y el efecto
tiene todo el sentido del mundo desde nuestra óptica y nuestra mentalidad, pero
falta un componente. Matemáticamente esta ley se podría definir como 2+2=4,
pero si añadimos el componente que falta sería 2+2+Dios=Designios divinos. Es
decir el hecho de hacer una buena obra o tiene porque producir un beneficio ni
el hacer una mala obra tiene porque traer un perjuicio, Dios influye y sus
designios son los que se cumplen. En ocasiones y lo vemos en muchísimos salmos,
como el salmista se queja amargamente a Dios por el ascenso de los impíos que
obran maldad mientras que él, que hace lo bueno no logra nada.
Limitar la soberanía de Dios a
una expresión matemática exacta, no solo es un error, sino una estupidez. Dios
no es matemática, todo lo contrario, de Él surge un concepto llamado gracia
común, por la cual en ocasiones los buenos reciben cosas malas y los malos
cosas buenas, pero aun en eso Dios es bueno, porque su soberanía sobrepasa
cualquier idea y pensamiento humano, Él, aunque no lo entendamos hace llover
sobre justos e injustos y las cosas no tienen porque suceder de la manera que
el hombre cree. Job aun en su angustia seguía teniendo a su testigo y su
defensor en los cielos, no decaigas, nuestro salvador sigue cuidándonos y
espera que llegue el día en que volvamos a encontrarnos con Él.
AP
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