"Mi espíritu está quebrantado, mis días extinguidos, el sepulcro
está preparado para mí. No hay sino escarnecedores conmigo, y mis ojos miran su
provocación."
Nada peor que dejar a la mente
campar y crecer en sus propios pensamientos, una pequeña idea, que poco a poco
va creciendo, se va haciendo más grande y se convierte en paranoia. No es difícil
que esto ocurra, nuestra mente produce pensamientos que nos hacen pasar
momentos de verdadera angustia, de algo pequeño pueden construir al enemigo más
grande que hayamos tenido delante nuestro.
Esto se multiplica en gran
manera cuando estamos pasando momentos difíciles, todo se magnifica, parece que
el mundo se va a acabar y la paranoia crece, las ganas de vivir y el ánimo
desaparece. Así estaba Job, así es como se encontraba en estos momentos, "mi espíritu está quebrantado, mis
días extinguidos, el sepulcro está preparado para mí. No hay sino
escarnecedores conmigo, y mis ojos miran su provocación."
Cuando vemos a Job es
relativamente sencillo juzgarlo y decir que se está equivocando, que ha
fallado, pero volvamos nuestra mente a nuestros momentos duros de la vida,
cuando dábamos vueltas en la cama sin poder dormir, donde deseábamos que se
acabase el sufrimiento y el suplicio por el que pasábamos. Así es como estaba
Job, sentía que su vida se acababa, que ya no tenía ni siquiera sentido seguir
viviendo, todo lo contrario.
Pero todos sabemos el final de
Job, Dios le restaura y volverá a estar bien, todo el proceso por el que ha
pasado le ha acercado a Dios. Las paranoias en ocasiones es posible que nos
hagan olvidar quien está de nuestra parte, la presión de los problemas puede
ser realmente grande, puede consumirnos, pero no debiéramos olvidar que Dios
sigue siendo mayor que nuestros problemas y que tiene el poder para solucionar
cualquier cosa que llegue.
AP
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