Job 18 – Palabras destructoras


"Es lanzado de la luz a las tinieblas, y de la tierra habitada lo echan.  No tiene descendencia ni posteridad en su pueblo, ni sobreviviente alguno donde peregrinó. De su destino se asombran los de occidente y los de oriente se sobrecogen de terror. Ciertamente tales son las moradas del impío, este es el lugar del que no conoce a Dios."

Está claro que los consejos y reprimendas de un amigo siempre son agradecidos, al menos visto con la perspectiva que nos da el tiempo, pero también está claro que los amigos se pueden equivocar y no siempre los argumentos que nos puedan dar puedan son correctos. En ocasiones, incluso aquellos que nos quieren pueden tomar decisiones partidarias y buscar su propio beneficio puede darnos consejos y confrontarnos con palabras que nos hagan recapacitar.

Personalmente creo que este es el caso de los amigos de Job, aunque sus intenciones eran más bien de machacarlo, algunas de las cosas que le decían podían llevar a Job a la reflexión también, pero llegado el momento sobrepasaron los límites. Bildad contestó a Job diciéndole acerca de los impíos, "es lanzado de la luz a las tinieblas, y de la tierra habitada lo echan.  No tiene descendencia ni posteridad en su pueblo, ni sobreviviente alguno donde peregrinó. De su destino se asombran los de occidente y los de oriente se sobrecogen de terror. Ciertamente tales son las moradas del impío, este es el lugar del que no conoce a Dios."

Estas palabras ya no buscaban la restauración de Job sino todo lo contrario, Bildad estaba recordando a Job que los que se identificaban con los impíos no tendrían descendencia ninguna, en clara alusión a la pérdida de sus hijos por parte de Job, estas palabras estaban juzgando directamente el corazón de Job, era un juicio divino hecho por un hombre, sin duda un gran error por parte de Bildad.

Es increíble lo rápidamente que juzgamos a los demás como si nosotros mismos fuésemos implacables, como si no existiese el error en nuestras vidas. Que hipócritas y partidistas somos en ocasiones y que poco hemos aprendido de la gracia que nos ha sido dada. ¿Acaso podemos nosotros, pecadores juzgar el pecado de otro? ¿No debiéramos sentir empatía por el que ha caído cuando sabemos que es posible que nuestra caída no esté tan lejana? ¿Acaso existe la perfección en nuestra vida? Realmente no existe, todo lo contrario, debiéramos reconocer nuestro camino como malo y clamar por aquel que ha caído para que sea restaurado. Debemos ser agentes de restauración, ayudar al pecador y confrontarle con Cristo y no con su pecado, no humillarlo sino levantarlo, no utilizar el pecado ajeno con el fin de obtener un beneficio. Que Dios nos ayude a mantenernos en la fe y oremos y pidamos al Padre que todo lo puede que restaure a sus hijos que se han desviado.


AP

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