“Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en que
Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, a cuya
luz yo caminaba en la oscuridad"
Conforme vamos creciendo,
madurando los problemas también aparecen con nosotros, crecen y maduran.
Mientras que antes nuestros problemas eran únicamente estudiar y sacar buenas
notas, poco a poco los problemas crecen de manera correspondiente a nuestra edad,
la salud empeora, problemas laborales, matrimoniales, familiares, económicos y
miramos hacia atrás y aquella conocida frase de "aquel tiempo pasado fue
mejor", empieza a coger consistencia.
Si esto ocurre a cualquier
persona normal, la situación de Job no era mucho mejor. Job había llegado a ser
un hombre importante en su tiempo, alguien que realmente era respetado y que
sus bienes no parecían tener fin. Seguro que tenía problemas, pero nada
excesivamente preocupante. Un día de la noche a la mañana, Job encuentra que
sus descendientes mueren, que sus propiedades son destruidas y todos sus
animales pierden la vida. De un día al otro, sin haber hecho nada para
merecerlo, se queda en bancarrota. A esto debemos sumarle que cae en enfermedad
y sus deseos por vivir van desapareciendo, que su mujer y amigos no hacen más
que desanimarle. Ante esta situación, Job exclama "quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en
que Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, a cuya
luz yo caminaba en la oscuridad"
La reacción de Job es
totalmente entendible, si antes estaba mejor, sentía el cuidado y la protección
de Dios, porqué seguir adelante cuando volver era lo más sencillo y más cómodo,
su vida había sido recta, no merecía vivir esta situación, pero aun así, estaba
pasando por ella. Job sentía que Dios le había abandonado, que se había olvidado
de Él, que ya no tenía sentido seguir viviendo, su camino se había oscurecido y
ya no sabía por dónde debía caminar.
Ante esta situación, podemos
sentirnos en ocasiones de la misma forma, que parece que todo ha perdido su
sentido, que ya no hay motivos para vivir y que lo único que podemos hacer es
recrearnos en nuestro pasado, Dios se ha olvidado de nosotros y nos ha
abandonado a nuestra suerte. Hubo un hombre que se sintió abandonado por Dios,
al sentirse así, exclamó "Dios mío,
Dios mío, ¿porque me has desamparado?" Si quieres ver a un hombre que
ha sido abandonado y extraña su pasado, mira a Cristo colgado en la cruz,
habiendo apartado Dios su mirada de Él, y cargado con todo nuestro pecado.
Jesús debía extrañar su pasado en el cielo y en su trono. Jesús conoce nuestro
sentimiento de desolación y de creer que Dios nos ha abandonado, pero
realmente nunca ha sido así. Confía en
Dios, sus cuidados nunca desaparecen y con la situación difícil vendrá el
confort, la seguridad y la salida establecida por la voluntad de Dios.
AP
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