Job 34 - El Dios Santo



"Por tanto, escuchadme, hombres de entendimiento. Lejos esté de Dios la iniquidad, y del Todopoderoso la maldad. Porque Él paga al hombre conforme a su conducta. Ciertamente, Dios no obrará perversamente, y el Todopoderoso no pervertirá el juicio."

Imagina por un momento, un día de primavera, una salida por los Pirineos, de repente, mientras te adentras por el bosque una fuerte lluvia empieza a caer, buscas un lugar para refugiarte, cada vez llueve más, de repente ante tu incapacidad de volver al camino y subir al coche encuentras una cueva, sin luz, oscura, pero sin duda es una buena opción para refugiarse mientras la tormenta cesa. Entras dentro la oscuridad lo invade todo, no hay luz del sol, es difícil distinguir todo y mientras que llueve fuera, estas a merced de cualquier animal, solo encender una luz podrá hacerte estar seguro.

Esta ilustración de la cueva y la luz es totalmente aplicable a la santidad de Dios. La oscuridad se asocia con el mal, la luz con el bien, el pecado se asocia con la oscuridad y la santidad con la luz. Dios es santo y Él es luz y la luz no puede mezclarse con la oscuridad, no pueden convivir, la luz expulsa la oscuridad. En palabras de Eliú, "por tanto, escuchadme, hombres de entendimiento. Lejos esté de Dios la iniquidad, y del Todopoderoso la maldad. Porque Él paga al hombre conforme a su conducta. Ciertamente, Dios no obrará perversamente, y el Todopoderoso no pervertirá el juicio."

La santidad de Dios repele el pecado, son polos opuestos, su bondad repele la maldad y su justicia actúa en contra de lo injusto, Dios conoce los corazones, un corazón malo no podrá convivir con la pureza de Dios, aquel cuyo corazón no ha sido renovado no tendrá ningún interés en acercarse a un Dios Santo. Todos los hombres desean alcanzar el cielo siempre y cuando no esté el Dios de la luz. Dios es Santo y Justo, puro y verdadero, no hay maldad ni injusticia en Él.

¿Acaso no merece nuestro pecado aun cosas peores de las que nos suceden? ¿Acaso alguno de nosotros somos buenos? Claramente no, todo lo contrario, malos y pecadores, amantes de la oscuridad y enemigos de Dios, incapaces de ser salvos por nuestros propios méritos si no es que Dios, en su bondad cubre nuestras faltas con la sangre justificadora de Cristo. La santidad de Dios le impide ignorar nuestro pecado y su justicia pervertir las pruebas, solo el pago en la cruz del inocente Cristo puede darnos salvación.


AP

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