"Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo
aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios."
Los genes es lo que dicta
nuestro carácter, gustos, manías, aspecto físico y otros rasgos de nosotros
como personas. Ya desde que nacemos nuestro físico tiene rasgos de nuestros
padres e incluso abuelos, la cara recuerda a nuestros antecesores, empezamos a
hacer gestos que simplemente surgen, gustos que aunque también provienen de la
influencia que recibimos los tenemos asimilados y salen naturales en nosotros.
Así no es de extrañar ver a un niño que de pequeño camina de una manera
peculiar casualmente como su padre andaba cuando era de la misma edad. Esto con
los años va en aumento y encontramos que nuestros padres llegan a mayores y son
copias de quienes fueron nuestros abuelos.
En todo esto, a nivel espiritual
también hay un gen que todos tenemos llamado pecado y que nos hace vivir de
manera desordenada y contraria a los mandatos de Dios, pero Juan quiere poner
el dedo en la llaga, "todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece
en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los
hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que
no ama a su hermano, no es de Dios."
Exactamente igual que al nacer
llegamos al mundo con el gen del pecado, cuando confesamos a Cristo como Señor,
creemos en el corazón que Él es Dios, que se hizo hombre y vino al mundo, que
murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó al tercer día y luego fue
ascendido al cielo y confesamos nuestros pecados a Dios, no a ningún hombre,
entonces somos hechos Hijos de Dios, y en nuestro Espíritu se produce un
cambio, ya no es el gen del pecado el que nos domina, sino que el Espíritu
Santo produce en nosotros un cambio genético, "de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es ; las
cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas."
Este cambio no es simplemente
interno, sino que es algo visible, porque produce unos frutos, "amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza", y añade Pablo, "contra tales cosas no hay ley."
Esta es la prueba de que somos nuevas criaturas, que el Espíritu Santo nos ha
cambiado y nos ha hecho nuevos, entonces hacemos justicia, porque ya no somos
del diablo, somos de Dios, amamos a nuestros hermanos, al prójimo e incluso a
nuestros enemigos, porque somos de Dios. En esto nuestro gozo se hace completo,
en que ya no vivimos esclavizados al pecado, sino que por medio del Espíritu
Santo tenemos libertad para hacer lo que es bueno y no vivir una vida de pecado.
AP
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