"En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el
temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido
perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el
que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha
visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame
también a su hermano."
En el año 1735 Juan Wesley
viajó desde Inglaterra a Colonia de Georgia en las Américas. En medio del Atlántico el buque encontró una
tempestad que puso en peligro la vida de los tripulantes y de los
pasajeros. Juan Wesley se encerró en su
cuarto; pero allí pudo oír el canto de un grupo de moravos que, no teniendo
recursos que quedarse en la cubierta y sufrir la furia de la tempestad. Después el señor Wesley preguntó a uno de los
moravos cómo ellos y sus niños podían cantar en circunstancias tan
terribles. El moravo le contestó con una
pregunta: “Señor Wesley, ¿conoce usted a Jesucristo? Para el creyente Jesús echa
fuera el temor”.
Esta fue una gran respuesta
sin duda, Jesús es la imagen más perfecta sin lugar a dudas del amor, "en el amor no hay temor, sino que el
perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De
donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a
él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano."
El amor que Cristo ofrece no
simplemente ofrece afecto, no es un simple sentimiento, sus efectos secundarios
van mucho más allá de lo que podemos
llegar a imaginar. El temor desaparece, su amor trae certeza y
seguridad, perfecciona al que ha sido amado. Su amor no es un amor natural, es
sobrenatural. Al igual que el niño puede dormir tranquilo porque su padre está
a su lado, el amor de Cristo consuela y calma el alma de que está cargado, del
que esta triste, del temeroso y trae consciencia y convicción de seguridad.
Y esta seguridad produce amor
hacia los demás, es de hipócritas decir que amamos a Dios, a quien no vemos y
en muchas ocasiones no comprendemos si no amamos a aquellos que nos rodean, a
aquellos que no hieren, a los que nos hacen sufrir, aquel que dice amar a Dios
pero no ama a su hermano es mentiroso, la verdad no está en Él. El gozo se
completa cuando amamos a los demás, no por nosotros, sino porque el amor de Dios
que hemos recibidos nos perfecciona y completa.
AP
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