"Entonces Job respondió al Señor y dijo: He aquí, yo soy
insignificante: ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca. Una vez
he hablado, y no responderé; aun dos veces, y no añadiré más."
El espaldarazo es una
ceremonia para otorgar título de caballero que puede tomar muchas formas,
incluyendo, por ejemplo, el toque con la parte plana de una espada en el hombro
de un candidato o un abrazo en el cuello. El ejemplo del "caballero electo",
se arrodilla frente al monarca en un taburete de caballero cuando se realiza la
ceremonia. En primer lugar, el monarca coloca la parte plana de la hoja de la
espada en el hombro derecho del galardonado. A continuación, levanta la espada
sólo ligeramente por encima de la cabeza del aprendiz y la coloca luego sobre
el hombro izquierdo. Entonces el nuevo caballero se levanta después de haber
sido promovido y el rey o la reina le presenta con la insignia de la Orden a la
que ha sido incorporado.
Esta ceremonia demuestra dos
cosas, la valía del hombre que va a ser caballero y el poder y el respeto hacia
el rey al dar el honor a la persona, y la adoración con el futuro caballero
arrodillado ante el rey. En la época medieval era normal que los reyes fuesen
adorados, eran los más poderosos y todos les rendían tributo. Job con sus
palabras adoró a Dios, "entonces
Job respondió al Señor y dijo: He aquí, yo soy insignificante: ¿qué puedo yo
responderte? Mi mano pongo sobre la boca. Una vez he hablado, y no responderé;
aun dos veces, y no añadiré más."
La mejor manera que podemos
encontrar para adorar a Dios en muchas ocasiones es simplemente la de cerrar la
boca, la de no contender contra Dios, la de simplemente callar y no
enfrentarnos, reconocer nuestra inferioridad, nuestra pequeñez, no hay más que
estar ante Dios, callar y dejarle hablar, arrodillar nuestros corazones ante el
Rey y dejar que Él sea el que nos instruya, el que nos prepare, el que nos unja
y nos nombre lo que Él nos quiera nombrar.
La adoración es obediencia,
ser capaz de darlo todo sin excepción y ponerlo ante el Rey, acercarse a Dios
en actitud de humillación y reverencia, honrar su nombre en todo momento y
hacerlo todo para su gloria. No existe mejor adoración que esta, por mucho que
queramos ofrecerle, por más obras, no servirá de nada si el objetivo no es que
Él reciba la gloria. Adoptemos un estilo de vida de adoración, convirtámonos en
"adoradores que le adoran en
espíritu y en verdad", callemos y no abramos nuestra boca,
glorifiquemos su nombre y simplemente vivamos para Él.
AP
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