"Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte
hacer lo que conviene, no obstante, por causa del amor que te tengo, te ruego,
siendo como soy, Pablo, anciano, y ahora también prisionero de Cristo Jesús, te
ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones, el cual en
otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí. Y te lo he
vuelto a enviar en persona, es decir, como si fuera mi propio corazón, a quien
hubiera querido retener conmigo, para que me sirviera en lugar tuyo en mis
prisiones por el evangelio"
Había una vez un joven a quien
gustaban tanto las marionetas que se convirtió en aprendiz de artesano. Pero
era muy torpe, y su maestro y compañeros constantemente le decían que no tenía
habilidad para ello y nunca llegaría a nada. Sin embargo, tanto le gustaba que
trabajaba día tras día por mejorar. Y aun así, siempre encontraban fallos en
sus muñecos, hasta que terminaron echándole de la escuela. Entonces, decidido a
no rendirse, aquel joven dedicó desde aquel día todo su empeño a hacer un
muñeco, sólo uno. Siempre hacía la misma marioneta, y en cuanto detectaba un
fallo, la abandonaba y volvía a empezar desde cero. Pasaron los años, y aunque
su marioneta era mucho más bella que cualquiera de las que hacían sus antiguos
compañeros, no dejaba de intentar que fuera perfecta. Así, el hombre no ganaba
dinero y como era muy pobre muchos se reían de él. Cuando aquel pobre artesano
llegó a viejecito, su marioneta era realmente maravillosa. Tanto, que
finalmente un día, tras mucho trabajo, terminó el muñeco y dijo: "No
encuentro ningún defecto, esta vez ya es perfecto", y por primera vez en
todos aquellos años, en lugar de abandonar el muñeco, lo colocó en un estante,
verdaderamente satisfecho y feliz. Lo demás ya es historia. Aquel muñeco
perfecto llegó a cobrar vida, vivió mil aventuras y dio a aquel viejecito,
llamado Gepetto, más alegrías de las que ningún otro artesano famoso consiguió
con ninguna de sus marionetas.
Vale la pena esforzarse en
hacer bien las cosas aunque pueda parecer que no obtenemos resultados, y Pablo
habiendo experimentado esto, le escribe a Filemón, "por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte
hacer lo que conviene, no obstante, por causa del amor que te tengo, te ruego,
siendo como soy, Pablo, anciano, y ahora también prisionero de Cristo Jesús, te
ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones, el cual en
otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí. Y te lo he
vuelto a enviar en persona, es decir, como si fuera mi propio corazón, a quien
hubiera querido retener conmigo, para que me sirviera en lugar tuyo en mis
prisiones por el evangelio"
La historia de Filemón con
Onésimo no había acabado bien, Onésimo era esclavo de Filemón y viendo las
palabras que Pablo brinda a Filemón no tenemos por qué pensar que Filemón era
un mal amo, más bien todo lo contrario, parece que era un amante de Dios y que
su vida se basaba en querer agradar a Dios en todo y esto implicaba el amor
hacia aquellos que le rodeaban, no solo en el cristianismo, sino que seguro que
en su casa también. Pero en esta circunstancia se cree que Onésimo se escapa,
probablemente robando algo y llega a Roma, donde para vivir debe robar y acaba
encarcelado. Esto hace que le encarcelen y allí es donde se encuentra con Pablo
y por las palabras del mismo Pablo, se produce un cambio en Onésimo y se
convierte.
Ante esta situación el mensaje
de Pablo a Filemón es claro, el hombre que te dejó ha cambiado, tu buen hacer
ha tenido fruto y ahora es mi hijo espiritual, tu trabajo no quedó en balde,
ante no servía para nada, pero lo que a nosotros de verdad nos importa, el
evangelio, este hombre se ha convertido en alguien útil. Vemos aquí la
importancia de hacer bien las cosas, en ocasiones podemos perder la ilusión al
creer que por muy bien que hagamos a los demás no obtendremos nada bueno, por
eso recibimos el consejo "no os canséis de hacer el bien". No nos
cansemos, prosigamos honrando a Dios y haciendo el bien, porque en el lugar más
inesperado, es posible, que aquello que nosotros plantamos, como hizo Filemón
traiga su fruto.
AP
Comentarios
Publicar un comentario