Salmo 119:113-120 - La palabra que protege

“Aborrezco a los hipócritas, empero amo tu ley. Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero. Apartaos de mí, malhechores, para que guarde yo los mandamientos de mi Dios. Sostenme conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi esperanza. Sostenme, para estar seguro, y que continuamente preste atención a tus estatutos. Has rechazado a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su engaño es en vano. Como escoria has quitado de la tierra a todos los impíos, por tanto amo tus testimonios. Mi carne se estremece por temor a ti, y de tus juicios tengo miedo.”

El escudo es el arma defensiva más antigua que existe. Se ha demostrado que ya existía al menos desde la época sumeria y fue utilizada hasta el siglo XVII, cuando con la aparición de las armas de fuego perdió su sentido. Prácticamente todas las civilizaciones han hecho uso del escudo tanto en las luchas a distancia como cuerpo a cuerpo y los materiales que han sido usados van desde el cuero hasta el bronce pasando por el lino y el cobre y sus formas han sido diversas y sus evoluciones muchas.
Nadie iría a la batalla en la época medieval sin un escudo por bueno que sea blandiendo la espada un escudo es necesario, y la situación no es distinta a nivel espiritual, “Aborrezco a los hipócritas, empero amo tu ley. Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero. Apartaos de mí, malhechores, para que guarde yo los mandamientos de mi Dios. Sostenme conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi esperanza. Sostenme, para estar seguro, y que continuamente preste atención a tus estatutos. Has rechazado a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su engaño es en vano. Como escoria has quitado de la tierra a todos los impíos, por tanto amo tus testimonios. Mi carne se estremece por temor a ti, y de tus juicios tengo miedo.”

Dicen que la mejor defensa es un buen ataque y en el ámbito espiritual no hay mejor ataque que la palabra de Dios, la oración sin duda es un arma poderosa la cual Dios utiliza como medio para que su voluntad se cumpla, pero su palabra es un escudo contra los ataques del enemigo. El mismo Jesús nos lo enseñó cuando tras cuarenta días de ayuno en el desierto, Satanás vino a tentarle y en las tres tentaciones la respuesta fue la misma, “escrito está” y después nombró palabras literales de la Biblia.
Hoy en día es probable que a ninguno Satanás mismo venga a tentarnos, pero sí que muchos utilizados por el príncipe de este mundo vengan trayendo falsas enseñanzas y mentiras y ante esto la respuesta siempre tiene que ser: “escrito está”. Jesús nos enseñó el camino, la clave para el éxito, su palabra es el escudo que necesitamos para la batalla y donde escondernos ante los ataques enemigos. ¿Podemos tener un escudo mejor que la Biblia?


AP

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