"Maravillosos son tus testimonios, por lo que los guarda mi alma.
La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos.
Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. Vuélvete a mí y tenme
piedad, como acostumbras con los que aman tu nombre. Afirma mis pasos en tu
palabra, y que ninguna iniquidad me domine. Rescátame de la opresión del
hombre, para que yo guarde tus preceptos. Haz resplandecer tu rostro sobre tu
siervo, y enséñame tus estatutos. Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque
ellos no guardan tu ley."
Hace un par de años tuve la
oportunidad de viajar a Londres y de visitar el Museo Británico y el Museo
Natural de Historia y es realmente espectacular como paseando dentro de un
edificio puedes visitar diferentes culturas y épocas de las historia de la
humanidad y ver tantos animales como existen o han existido, visitarlo sin duda
es un placer y vale la pena gastar unas horas y sumergirse en todo lo que en estos museos se encuentran.
Pero no solos los museos nos
cuentan de una manera fascinante lo que ha ocurrido, la Biblia también lo hace,
"maravillosos son tus testimonios,
por lo que los guarda mi alma. La exposición de tus palabras imparte luz; da
entendimiento a los sencillos. Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus
mandamientos. Vuélvete a mí y tenme piedad, como acostumbras con los que aman
tu nombre. Afirma mis pasos en tu palabra, y que ninguna iniquidad me domine.
Rescátame de la opresión del hombre, para que yo guarde tus preceptos. Haz
resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. Ríos de
lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley."
Al igual que al contemplar las
obras de arte de un museo podemos quedarnos boquiabiertos lo mismo debería
pasar al contemplar los testimonios de los hombres que explican la grandeza y
el poder de Dios, la grandeza de sus hechos y esto produce en el lector expectación
y admiración por Dios, porque lo que Él es queda manifiesto y público, digno de
ser admirado.
Pero a la misma vez crea desesperación,
desesperación por ver que es imposible llegar al nivel de sus estatutos, que no
podemos cumplir la ley, que aun con todas nuestras fuerzas fallamos una y otra
vez, sentimos el dolor del pecado y de la transgresión de la ley y solo nos
queda clamar. Clamar que el Todopoderoso nos guarde del mal, que nos libre de
quebrantar sus estatutos y de amarlos, que transforme nuestro corazón para amar
lo que Él ama y odiar el pecado como Él lo odia. Maravillosa es la Escritura y
digna de vivir por ella y para ella.
AP
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