Salmo 119:129-136 - La palabra que maravilla



"Maravillosos son tus testimonios, por lo que los guarda mi alma. La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos. Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. Vuélvete a mí y tenme piedad, como acostumbras con los que aman tu nombre. Afirma mis pasos en tu palabra, y que ninguna iniquidad me domine. Rescátame de la opresión del hombre, para que yo guarde tus preceptos. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley."

Hace un par de años tuve la oportunidad de viajar a Londres y de visitar el Museo Británico y el Museo Natural de Historia y es realmente espectacular como paseando dentro de un edificio puedes visitar diferentes culturas y épocas de las historia de la humanidad y ver tantos animales como existen o han existido, visitarlo sin duda es un placer y vale la pena gastar unas horas y sumergirse en todo lo  que en estos museos se encuentran.

Pero no solos los museos nos cuentan de una manera fascinante lo que ha ocurrido, la Biblia también lo hace, "maravillosos son tus testimonios, por lo que los guarda mi alma. La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos. Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. Vuélvete a mí y tenme piedad, como acostumbras con los que aman tu nombre. Afirma mis pasos en tu palabra, y que ninguna iniquidad me domine. Rescátame de la opresión del hombre, para que yo guarde tus preceptos. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley."

Al igual que al contemplar las obras de arte de un museo podemos quedarnos boquiabiertos lo mismo debería pasar al contemplar los testimonios de los hombres que explican la grandeza y el poder de Dios, la grandeza de sus hechos y esto produce en el lector expectación y admiración por Dios, porque lo que Él es queda manifiesto y público, digno de ser admirado.

Pero a la misma vez crea desesperación, desesperación por ver que es imposible llegar al nivel de sus estatutos, que no podemos cumplir la ley, que aun con todas nuestras fuerzas fallamos una y otra vez, sentimos el dolor del pecado y de la transgresión de la ley y solo nos queda clamar. Clamar que el Todopoderoso nos guarde del mal, que nos libre de quebrantar sus estatutos y de amarlos, que transforme nuestro corazón para amar lo que Él ama y odiar el pecado como Él lo odia. Maravillosa es la Escritura y digna de vivir por ella y para ella.


AP

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