"Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis
ojos, para que vea las maravillas de tu ley. Peregrino soy en la tierra, no
escondas de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma anhelando tus
ordenanzas en todo tiempo. Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se
desvían de tus mandamientos. Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo
guardo tus testimonios. Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu
siervo medita en tus estatutos. También tus testimonios son mi deleite; ellos
son mis consejeros."
Imagina por un momento que
sales a tu jardín y echas al suelo un poco de serrín, los pájaros no se fijarán
en él; pero si en cambio tiras migas de pan, rápidamente verás cómo los
pajaritos bajan de los árboles para comérselos, no lo pensarán ni un solo
momento, irán a por él sin pensarlo, porque este es su alimento, de lo que
ellos viven. Exactamente igual sucede con los mandamientos y estatutos de Dios.
El salmista quiere destacar la
importancia de la ley y lo maravillosa que es en contraprestación de lo que el
mundo ofrece, "favorece a tu
siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las
maravillas de tu ley. Peregrino soy en la tierra, no escondas de mí tus
mandamientos. Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo.
Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos.
Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo guardo tus testimonios. Aunque
los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu siervo medita en tus estatutos.
También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros."
Algunos podrán decir, no
siento ningún place ni admiración en la Palabra, la ley me supone una carga tan
pesada que quiero y necesito huir de ella y entonces empiezas a comer serrín, a
alimentarte de aquello que el mundo ofrece, dinero, sexo, placeres, hobbies,
ocio y buscas llenar tu corazón y tu alma con algunas cosas que te sacias de
momento pero te acaban dejando vacío y es relativamente fácil caer en esto.
En cambio lo correcto y
saludable para cada uno de nosotros es vivir y guardar la palabra, no solo
leerla, sino vivirla, rogar que Dios abra nuestros ojos y podamos ver sus
maravillas, cabiendo que este no es nuestro hogar, que la ley nos muestra
nuestro pecado y nos acerca a Dios. Guardemos los mandamientos, meditemos en la
palabra dada y disfruta de la lectura de la Biblia, disfruta de sus personajes,
disfruta de los milagros de Dios, de su poder escrito en sus páginas y no comas
más serrín y aliméntate de pan.
AP
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