Salmo 119:73-80 - La Palabra disciplinaria



"Tus manos me hicieron y me formaron; dame entendimiento para que aprenda tus mandamientos. Que los que te temen, me vean y se alegren, porque espero en tu palabra. Yo sé, Señor, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. Sea ahora tu misericordia para consuelo mío, conforme a tu promesa dada a tu siervo. Venga a mí tu compasión, para que viva, porque tu ley es mi deleite. Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentira, pero yo en tus preceptos meditaré. Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. Sea íntegro mi corazón en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado."

La educación en los últimos 40 o 50 años ha sufrido un cambio enorme, no solo en los colegios, sino también en las casas. Hemos pasado de niños que eran golpeados por los maestros a maestros que son maltratados e intimidado por alumnos, en casa era habitual ver niños que sus padres castigaban físicamente, en muchas ocasiones en exceso a ver niños que no respetan a sus padres y les faltan al respeto sin recibir ninguna reprimenda. El cambio ha sido pasar de una disciplina extrema a una falta de disciplina absoluta y sin duda ninguno de los dos extremos son buenos.

La disciplina es dolorosa, incomoda e indeseable para el que la recibe, pero buena cuando finaliza su proceso, con esto el salmista escribe, "tus manos me hicieron y me formaron; dame entendimiento para que aprenda tus mandamientos. Que los que te temen, me vean y se alegren, porque espero en tu palabra. Yo sé, Señor, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. Sea ahora tu misericordia para consuelo mío, conforme a tu promesa dada a tu siervo. Venga a mí tu compasión, para que viva, porque tu ley es mi deleite. Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentira, pero yo en tus preceptos meditaré. Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. Sea íntegro mi corazón en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado."

El salmista comienza esta parte de su Salmo destacando que le habla a su creador, a su Padre, a quien le ha formado y desea entender y aprender los mandamientos de Él. Y cuando es capaz de entender y aprender sus estatutos es cuando entiende y acepta que los juicios de Dios son buenos y justos, que no recibirá nunca disciplina injustamente, sino que cuando llegue será de manera correcta, movido por la misericordia y amor de Dios.

Y ante esto debemos pararnos y ver nuestras situaciones, porque en ocasiones pasamos por la disciplina de Dios y nos rebelamos, no porque no la entendamos, sino porque realmente no conocemos sus mandamientos; pero aun así la misericordia del Padre viene a nosotros, incluso en medio de su disciplina y mientras lloramos, el nos consuela, mientras sufrimos sigue mostrándonos su amor y no preserva. La disciplina no tiene otro propósito que apartarnos de nuestros malos caminos y volver a la senda correcta, al camino y al lado de nuestro Salvador. Conozcamos sus mandamientos y entendamos que las disciplinas del cielo simplemente producen en nosotros crecimiento y santidad.


AP

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