"Entonces Moisés dijo al Señor: Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y el Señor le dijo: ¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar. Pero él dijo: Te ruego, Señor, envía ahora el mensaje por medio de quien tú quieras. Entonces se encendió la ira del Señor contra Moisés, y le dijo: ¿No está allí tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él habla bien. Y además, he aquí, él sale a recibirte; al verte, se alegrará en su corazón. Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca; y yo estaré con tu boca y con su boca y os enseñaré lo que habéis de hacer."
Los niños son sin duda los reyes de las excusas, cuando no quieren hacer o que les hagan algo no necesitan mucho para ingeniarselas e inventarse una excusa, en ocasiones muy convincente. Esto se perfecciona en la adolescencia, donde ya las excusas son de todos los tipos, colores y formas. Recuerdo en mi época de instituto que una compañera de clase no dudaba en hacerse sus propios justificantes de que su abuela había muerto para librarse de exámenes o de lo que hiciese falta.
Nos pasamos la vida poniendo excusas, buscando librarnos de cosas aunque tengamos que inventar o mentir, como Moisés, "entonces Moisés dijo al Señor: Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y el Señor le dijo: ¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar. Pero él dijo: Te ruego, Señor, envía ahora el mensaje por medio de quien tú quieras. Entonces se encendió la ira del Señor contra Moisés, y le dijo: ¿No está allí tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él habla bien. Y además, he aquí, él sale a recibirte; al verte, se alegrará en su corazón. Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca; y yo estaré con tu boca y con su boca y os enseñaré lo que habéis de hacer."
Moisés recibió la misión que nosotros hemos recibido, la de llevar las buenas nuevas de la salvación, y nuestra respuesta es exactamente igual a la de él. Señor yo no valgo para esto, esto no es lo mio, mejor que lo haga otro que este más capacitado, que tenga más conocimientos teológicos o sepa hablar mejor, y tras estas excusas nos escondemos y aun pensamos que hacemos lo correcto, pero la respuesta que recibió Moisés es también para nosotros, "y el Señor le dijo: ¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar."
Hacemos bien en creer que nosotros no hay nada que podamos hacer, que somos torpes e inutiles para transmitir el mensaje del evangelio, es de ser inteligente darnos cuenta de nuestra incapacidad, porque nada podemos hacer, pero es Dios el que da valor al evangelio, es la cruz la que transforma los corazones, no es nuestra elocuencia ni nuestras palabras, es el mensaje el que puede transformar y convencer de pecado. Hoy es un buen día para transmitir la vida a otros, sabiendo que no son nuestras palabras, es la sangre derramada de Jesús la que cambia los corazones.
AP
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