"Y oró al Señor, y dijo: ¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía
cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, porque
sabía yo que tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en
misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas. Y ahora oh Señor
te ruego que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida. Y el
Señor dijo: ¿Tienes acaso razón para quejarte?... ...Entonces dijo Dios a
Jonás: ¿Tienes acaso razón para enojarte a causa de la planta? Y él respondió:
Tengo razón para enojarme hasta la muerte. Y dijo el Señor: Tú te apiadaste de
la planta por la que no trabajaste ni hiciste crecer, que nació en una noche y
en una noche pereció, ¿y no he de apiadarme yo de Nínive, la gran ciudad, en que
hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir entre su derecha
y su izquierda y también muchos animales?"
El libro de Jonás llega a su
fin con un capítulo un tanto extraño, con el mensaje claro de que la salvación
es del Señor, con un Jonás descontento con la forma de actuar de Dios y un
capítulo que nos presenta de un manera magistral, es la única forma en que Dios
hace las cosas, como es la soberanía y la gracia de Dios, por medio de una
calabacera, Dios va a enseñarle una lección perfecta a Jonás, aun en medio de
su queja, la salvación pertenece al Señor y la da a quien Él quiere.
Y así encontramos los primeros
y últimos versículos de este capítulo: "Y
oró al Señor, y dijo: ¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando aún estaba
en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, porque sabía yo que tú eres
un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia, y que te
arrepientes del mal con que amenazas. Y ahora oh Señor te ruego que me quites
la vida, porque mejor me es la muerte que la vida. Y el Señor dijo: ¿Tienes
acaso razón para quejarte?... ...Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tienes acaso
razón para enojarte a causa de la planta? Y él respondió: Tengo razón para
enojarme hasta la muerte. Y dijo el Señor: Tú te apiadaste de la planta por la
que no trabajaste ni hiciste crecer, que nació en una noche y en una noche
pereció, ¿y no he de apiadarme yo de Nínive, la gran ciudad, en que hay más de
ciento veinte mil personas que no saben distinguir entre su derecha y su izquierda
y también muchos animales?"
La osadía de Jonás no tiene
límites, le hemos visto tener un cambio en su corazón dentro del pez, le hemos
visto reconocer a Dios como el salvador, y le hemos visto predicar, sin muchas
ganas, en Nínive, hemos visto a Dios utilizar a esto hombre y finalmente en
Jonás no encontramos ningún tipo de arrepentimiento ni agradecimiento, sino
solo queja. Jonás cree que es dueño de sus actos y de lo que ocurre en su vida,
él piensa que las decisiones de todo lo que pasa le corresponden a él y Dios le
manda un mensaje claro, Yo hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y con
quien quiero, y le lanza una pregunta, ¿haces bien en enfadarte tanto?
Una pregunta profunda y dura,
una pregunta que confronta el corazón de Jonás con el corazón de Dios, una
pregunta que saca a relucir la oscuridad y las tinieblas que Jonás tiene en su interior
con la luz y la santidad que Dios transmite. Y nosotros, ¿hacemos bien en
quejarnos tanto? ¿Hacemos bien en vivir tan preocupados? ¿Hacemos bien en dudar
tanto de Dios? ¿Hacemos bien en vivir tan preocupados que hasta la muerte sería
mejor que seguir viviendo? ¿Hemos olvidado que la salvación es del Señor? ¿Cuál
es tu actitud hoy? Quizá la teología llene tu boca acerca de tu confianza
certera en Dios y en sus planes, pero tu corazón siga levantando queja y enfado
ante Dios, y al igual que con Jonás hay una pregunta, ¿Tienes acaso razón para
quejarte? No olvides que el Señor es tu salvación.
AP
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