"Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi
socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. No permitirá que tu
pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni
dormirá el que guarda a Israel. El Señor es tu guardador, el Señor es tu sombra
a tu mano derecha. El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. El Señor te
guardará de todo mal; él guardará tu alma. El Señor guardará tu salida y tu
entrada desde ahora y para siempre."
Cuando era niño, tengo un
recuerdo claro de muchos días que tenía que dormir en casa de mis abuelos por
el trabajo de mis padres o simplemente de mañana, antes de ir al colegio iba a
su casa donde desayunaba y a la hora que tocaba me marchaba al colegio. Pero
antes de salir siempre había una tradición, había que leer el Salmo 121, un
Salmo que aunque al ser un niño muchas veces se leía de carrerilla y por
cumplir, las palabras se quedaban guardadas en el corazón, el Señor te
guardará.
Así era, ahora de más mayor
recuerdo como algo fabuloso el haber recibido al enseñanza de que antes de
salir de casa es fantástico poder leer algo que conforte el corazón para el día
que viene por delante y sin duda este salmo lo es, "levantaré mis ojos a
los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo
los cielos y la tierra. No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el
que te guarda. He aquí no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. El
Señor es tu guardador, el Señor es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te
herirá de día, ni la luna de noche. El Señor te guardará de todo mal; él guardará
tu alma. El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para
siempre."
No hay nada mejor para
confortar el alma que llenarla de aquello que es seguro, no hay nada que de más
seguridad que saber que alguien cuida de ti, no existe nada que de más
seguridad que saber que el creador del cielo y de la tierra es aquel que te
socorre. Este salmo es un canto de los peregrinos, que camino a Jerusalén
cantaban y confortaban sus corazones, que les daba la seguridad de sabe que en
su camino nada les pasaría, que el sol no les fatigaría ni la luna de
destrozaría, el Señor era su socorro, su seguridad.
Igual que ellos peregrinaban
de camino a Jerusalén, igualmente nosotros como peregrinos a la Jerusalén
celestial podemos cantar y guardar este salmo en nuestros corazones, sabiendo
que Dios es nuestro socorro, que la cruz es el camino y que Cristo es el que
guarda nuestra alma, que clamó al Padre para que nos guardara del mundo, que
tendríamos aflicción, pero Él ya había ganado la batalla. Nada malo acontecerá
a los peregrinos, todo lo contrario, seremos preservados, no por un día ni dos,
sino desde ahora y para siempre.
AP
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