"Y sucedió que mientras Aarón hablaba a toda la congregación de
los hijos de Israel, miraron hacia el desierto y, he aquí, la gloria del Señor
se apareció en la nube. Y habló el Señor a Moisés, diciendo: He oído las
murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales, diciendo: “Al caer la tarde
comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan; y sabréis que yo soy el
Señor vuestro Dios.” Y sucedió que por la tarde subieron las codornices y
cubrieron el campamento, y por la mañana había una capa de rocío alrededor del
campamento. Cuando la capa de rocío se evaporó, he aquí, sobre la superficie
del desierto había una cosa delgada, como copos, menuda, como la escarcha sobre
la tierra. Al verla, los hijos de Israel se dijeron unos a otros: ¿Qué es
esto?, porque no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: Es el pan que el Señor
os da para comer."
La travesía por el desierto no
fue para nada tranquila, más bien todo lo contrario fue una dura prueba de
cuarenta años para Israel, que aunque veía las misericordias de Dios y había
visto su poder en Egipto seguía siendo un pueblo desagradecido, infiel y
murmurador, que en cuanto la situación se ponía un poco adversa su respuesta
siempre era la misma, la crítica y la queja, pero Dios nunca dejó de ser
misericordiosos, sino que con sus quejas Él trajo providencia y cuidado.
Así, en esta situación, Dios
actúa, "y sucedió que mientras
Aarón hablaba a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el
desierto y, he aquí, la gloria del Señor se apareció en la nube. Y habló el
Señor a Moisés, diciendo: He oído las murmuraciones de los hijos de Israel.
Háblales, diciendo: “Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os
saciaréis de pan; y sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios.” Y sucedió que
por la tarde subieron las codornices y cubrieron el campamento, y por la mañana
había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando la capa de rocío se
evaporó, he aquí, sobre la superficie del desierto había una cosa delgada, como
copos, menuda, como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los hijos de Israel
se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto?, porque no sabían lo que era. Y Moisés
les dijo: Es el pan que el Señor os da para comer."
Ante la murmuración del pueblo
contra Moisés y Aarón, Dios decide proveer de alimento al pueblo, mediante
codornices y un alimento especial, maná, una especie de pan como un copo,
preparado y diseñado únicamente para el pueblo en su peregrinar por el
desierto, un pueblo que murmuraba contra Dios, que había olvidado en muy poco
tiempo los milagros y el poder que Dios había demostrado, ahora volvía a ver
cada día como la gloria de Dios descendía desde el cielo en forma de alimento.
Nosotros no recibimos pan
diario para comer desde el cielo, necesitamos trabajar, pero sí que hemos
recibido un maná mayor aun que el de estos, Jesucristo descendiendo desde el
cielo, el pan de vida que vino a la tierra y que se nos ha aparecido, que nos
ha encontrado y de Él comemos, de Él es que nuestro espíritu se alimenta, en Él
nuestras necesidades básicas son cubiertas. Jesús es el maná perfecto y que a
diferencia del que caía en el desierto no se hecha a perder, es eterno y para
siempre perdurará. ¿Tienes hambre? Aliméntate de Jesús, nuestro maná, la
respuesta a nuestras críticas y enemistades hacia Dios.
AP
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