"Y el Señor dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo y toma contigo a algunos de los ancianos de Israel, y toma en tu mano la vara con la cual golpeaste el Nilo, y ve. He aquí, yo estaré allí delante de ti sobre la peña de Horeb; y golpearás la peña, y saldrá agua de ella para que beba el pueblo. Y así lo hizo Moisés en presencia de los ancianos de Israel. Y puso a aquel lugar el nombre de Masah y Meriba, por la contienda de los hijos de Israel, y porque tentaron al Señor, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no?"
Tras ver la gloria de Dios en el desierto cada día, tras ver que Dios estaba con ellos durante el día viendo la nube, durante la noche con la columna de fuego, con las perdices que llegaban por la tarde y el maná que caía por la mañana, parece que no era suficiente para Israel, aun seguían teniendo problemas de confianza ante Moisés y ante Dios y elevaron su crítica hasta el punto que Moisés llego a temer por su propia vida y clamó a Dios.
El pueblo quería agua y se preguntaban si Dios estaba con ellos, "y el Señor dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo y toma contigo a algunos de los ancianos de Israel, y toma en tu mano la vara con la cual golpeaste el Nilo, y ve. He aquí, yo estaré allí delante de ti sobre la peña de Horeb; y golpearás la peña, y saldrá agua de ella para que beba el pueblo. Y así lo hizo Moisés en presencia de los ancianos de Israel. Y puso a aquel lugar el nombre de Masah y Meriba, por la contienda de los hijos de Israel, y porque tentaron al Señor, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no?"
Moisés obedeció sin ninguna duda posible a Dios, tomó la vara y confió en que Dios iba a responder, mientras que el pueblo dudaba, su líder confiaba, mientras que el pueblo murmuraba, Moisés no busco ninguna defensa, calló y acudió a Dios, el pueblo se preguntaba si el Señor estaba con ellos y Moisés golpeó la peña con la vara, y de allí salió agua, lo que Dios dijo se cumplió, como siempre, y aquel lugar recibió un nombre para recordar la incredulidad de Israel.
Esto nos ocurre también a nosotros, murmuramos contra Dios, perdemos nuestra fe y confianza en Él, nos rendimos y cuando tenemos un poco de sed nos quejamos. Igual que Dios puso ante Moisés una peña para ser golpeada, nosotros también hemos recibido una peña a la que golpear, Jesucristo es esa peña, y una vara, la oración y cuando golpeamos con nuestra oración en los cielos sale agua, un agua eterna, porque todo aquel que bebe de Jesús no tendrá sed jamás, todo aquel que golpea la peña hará que en su interior corran rios de agua viva. Jesús es la peña y nosotros solo tenemos que golpearla, sin ninguna duda, Él es el agua viva que refrescará nuestras almas.
AP
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