Éxodo 20:16

“No darás falso testimonio contra tu prójimo”

Si pensamos en cuentos infantiles, entre los que nos pueden venir a la cabeza aparece el de pinocho, ese muñeco de madera creado por Gepetto que pide un deseo y se recibe vida, con una particularidad, cada mentira hará que le crezca la nariz, lo cual es un verdadero problema, ya que no podrá ocultar sus mentiras. Estas mismas mentiras son las que le crean multiples problemas tanto que acaba finalmente en el estomago de una ballena.

Las mentiras no trajeron nada bueno para Pinocho, sino más problemas aun, parecía que iban a librarle de problemas aparentemente pero no consiguió nada más que meterse en más problemas y no solo a él, sino también a quienes le rodeaban, pero como todo cuento tiene un final feliz. No siempre ocurre así cuando mentimos, es más, pueden tener consecuencias terribles. Dios previendo nuestro corazón puso la ley para ayudarnos a evitar estos problemas, “No darás falso testimonio contra tu prójimo”.

Además Dios no solo hizo la ley para evitar la mentira de los unos a los otros, sino para evitar que manchemos el nombre de otros con mentiras, aquí entran los chismorreos, la crítica, la murmuración, cosas tan fáciles en las que caer que debemos andar con mucho cuidado y ser precavidos para no caer en ella. Esta es sin duda una las armas preferidas de nuestro enemigo y un dulce que acaba teniendo un sabor muy amargo ya que puede romper amistades, relaciones e incluso familias y por supuesto hacer mucho daño a la iglesia.

Necesitamos estar alertas, cuidado con hablar de otros y más si hablamos y mentimos, recordemos que esto es la herramienta que utilizaron para prender a Jesús, presentar falsos testigos, que mintiesen para que el justo pudiese ser condenado, para que el perfecto pudiese ser acusado por sus enemigos, ¿de verdad participaremos nosotros de las mismas estrategias que acabaron con Jesús en la cruz? Que Dios nos ayude a huir de esto y no caer nunca en el falso testimonio, sino que sigamos el consejo dado por Pablo, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.”

AP


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